Que en un par de ocasiones, estando a la puerta de una empresa a la que voy a presentar mis servicios, me haya invadido cierta sensación de desconfianza y haya enviado mi localización GPS al chat de whatsapp de mi equipo, por si las moscas… definitivamente no habla muy bien de mi proveedor de leads, del urbanismo de algunos polígonos industriales, o de las casas particulares reconvertidas a oficinas.

Por otro lado, he de admitir que en varias ocasiones he realizado entrevistas de trabajo en gasolineras que me venían de paso entre visitas a clientes, con lo cual tampoco soy el más indicado para opinar sobre el tema.

En fin, que la cuestión es que me presento ante un potencial cliente, que me ha comunicado que necesita con urgencia un sistema de gestión en su empresa, un ERP, y que por ello ha iniciado una ronda de contactos con varios proveedores. Este primer proceso de entrevistas ya es suficientemente agotador para el cliente, que recibe un aluvión de información, mucha de ella excesivamente edulcorada.

Si todos hemos hecho los deberes, al igual que yo he analizado sus balances financieros y su web, ellos habrán hecho lo propio. Quiero pensar que el hecho de que en mi web se describan servicios y soluciones, en lugar de explotar frases pertenecientes al Mr. Wonderful de la consultoría (“Carrera al éxito”, “ROI instantáneo”, “Minimiza costes-maximiza rentabilidad-empodera a tus empleados-monitoriza desde tu casa-te regalamos un iPhone”) nos da un valor añadido, pero siempre he tenido la duda.

Total, que llamo, abren, entro, sonrío, espero, y finalmente me siento en una silla anónima, ante una mesa anónima, un televisor Samsung y un directivo con el que tengo que crear un vínculo de entendimiento REAL en pocos minutos. No MAGIC, no BUSINESS