Acepto el café que me ofrecen. Durante años he rechazado sistemáticamente cualquier ofrecimiento que no fuese agua, porque el mundo de los cafés es muy amplio y mi estómago tiene personalidad propia. En otra vida diseñaré una máquina de vending que realmente dé café TOP.

Mis interlocutores son el Director General y el Responsable de Producción, que me exponen los problemas que les acucian. Me cuentan que hace años implantaron un sistema de gestión (ERP), que sobre el papel parecía resolver todos sus problemas, pero que realmente se ha convertido en un muro infranqueable a todos los niveles: excesiva rigidez en los procesos, excesiva rigidez del proveedor – que se desentiende de desarrollar cualquier adaptación al estándar – y costes elevados tan sólo por levantar el teléfono para preguntar.

Y los usuarios sufriendo: modificar cualquier documento implica generar n documentos de rectificación, nadie se fía del stock que indica el sistema porque el personal opta por saltarse pasos del proceso para ahorrar tiempo, casi todos los departamentos se han construido excels adicionales para hacer sus cálculos.. Claramente, no es el escenario que se perseguía.

Este es un caso típico que a mi entender proviene de emplear sistemas pensados para resolver procesos estándar y que descartaron dotarse de una arquitectura flexible. Es decir, sistemas sin cintura, monolíticos, estáticos. Esto aplica tanto a la herramienta como a la estrategia de muchos implantadores, que desean instalar ERPs como si de una cadena fast food se tratase. No señor, estas cosas hay que mimarlas mucho más. Hay que acompañarlas.

Tras este tipo de explicaciones, realistas y sugar free, más un paseo por la planta, de mi boca sale un boceto de planning, una estimación de plazo y una horquilla de precios, que en siguientes iteraciones iremos afinando.

Al otro lado de la mesa, mis interlocutores sorben sus respectivos cafés, parecen realmente interesados en lo que les he contado.