Mario ha estado a punto de hacer “un Hodor”: compactar el mensaje buscando ahorrarse unos pocos segundos.

Saltarse cualquier orden, coherencia, letra, acento, por el mero hecho de ahorrarse pulsaciones de unas cuentas teclas. Hodor fue un visionario y ya lo aplicó en Juego de Tronos, pero en su caso era justificable: tenía cierta prisa, por algo de una puerta

En línea con las voces que denuncian el mal uso que hacemos de la tecnología, lo curioso es que a pesar de que actualmente disponemos de decenas de canales de comunicación, nos comunicamos bastante mal. En concreto, nos comunicamos más, pero peor.

La prueba está en que es difícil encontrar una conversación de carácter profesional en la que no se vea este déficit de comunicación. Continuamente quedan preguntas sin respuesta, los temas se ramifican, se aprovechan unos temas para hablar de otros. También es verdad que ahora existe más información por compartir, con lo cual el ratio [Tiempo que le voy a dedicar] / [Volumen de información a intercambiar] se queda en .

Añadido a esto, la cultura del Clickbait está modificando la manera de guionizar los mensajes. Actúa como un videojuego: lees una frase que te genera curiosidad, y quieres ir al siguiente nivel. Vas “avanzando” arrastrado por la satisfacción de que estás a punto de conseguir quedarte con el cebo sin ser pescado, hasta que encuentras el muro: ponga su email aquí, rellene este formulario, etc.

Mientras reflexiona sobre todo esto, Mario apura su Priorat crianza y borra el mensaje, dispuesto a redactarlo de nuevo. Está convencido de que aún hay personas deseosas de leer mensajes sin maquillaje.