Ibon de Panticosa, agosto. Lagos de aguas cristalinas, montañas impactantes, cascadas naturales, silencio únicamente roto por chirridos de algunas rapaces…

¡ Y por el ritmo TUM PA TUM de una canción de reguetón a todo volumen !

Mario se gira indignadísimo, y descubre a dos tiktokers con el móvil apoyado sobre una piedra y grabándose mientras ejecutan un baile totalmente fuera de sintonía con el paraje, con tan poca gracia como coordinación y, en definitiva, ridículo. Más aún cuando el seguidor que mira esos videos lo último que va a apreciar es el maravilloso entorno natural donde se ejecuta esa obra maestra.

Está harto de la invasión del fast food en los contenidos digitales: nos hemos acostumbrado a admitir contenidos digitales totalmente vacíos, sin ninguna calidad ni mérito, simplemente porque nos entretienen o despiertan nuestra curiosidad durante unos pocos segundos. Que nadie quiere leer a Tolstoi en el baño, pero… ¿era necesario bajar tanto el listón? ¿Cuántos GIFs necesita un ser humano para disfrutar de una vida plena? ¿Somos lo que comemos (consumimos)?

Mario mira su móvil como si éste le fuese a contestar, pero realmente da la sensación de que es el móvil el que le mira a él, y le acusa de “anticuado”. Luciendo sus 3 camaritas super perfectas, parece que incita a grabar cosas para disfrutar de su gran resolución.

De camino al hotel, mientras serpentea por las curvas hacia Jaca, asume que llegará un día cercano en el que la “basura digital” sea tan grande que suponga un problema ambiental, en términos de consumo de energía de las salas de servidores, materiales para construir las infraestructuras de hardware y exceso de electromagnetismo en el ambiente.

Aparca el coche y mira su móvil por acto reflejo. Youtube le acaba de proponer un video titulado “Reacción a la reacción de la lava del volcán llegando al mar”. Al igual que el móvil, el algoritmo de YouTube sigue sin entender a Mario.

[Continúa en el próximo capítulo]